Hace unos meses atrás me pediste que te describiera, ¿te acuerdas?. Me dijiste que no te importaba cuanto me demorara. Fue cuando te dio tu crisis de personalidad. Quizás puedo describirte tantas cosas de ti que sabes. O quizás tantas que no.
Recuerdo cuando éramos unas niñas. Unas niñas chicas, bien raras que jugábamos con barbies (y esa no era la razón por la que éramos raras). O cuando te pusieron internet. O cuando te creamos el mail que aún usas. Nos recuerdo el primer día de clases. Tú con una cola, o quizás trenzas... Y la media luna en la pared. Y nuestra ridícula conversación sobre me nombre. Quizás en ese momento decidí que no quería alejarme nunca más de ti. Y que serías mi amiga.
Puedo recordar también cuando peleamos por cierto personaje. Sin embargo siento que nunca dejamos de hablarnos. Hasta nos recuerdo caminando por la calle (la misma que recorremos estos días), y hablando. Y recuerdo que aún después de lo que pasó, y cuando volvimos a comunicarnos como gente civilizada fue como si nunca hubieramos dejado de hablar (seguro no fue así pero en mi cabeza sí). Quizás nunca te he sentido lejos. Ni siquiera cuando te fuiste a Estados Unidos. Y cuando sólo podía llamarte una vez al mes. Y la despedida en el aeropuerto y mis lágrimas y no recuerdo si hubo tuyas. Tengo recuerdos. Muchos, contigo o sin ti. Aunque la mayoría son contigo. O acordándome de ti. Y cuando algo pasa sé que tengo que contártelo y sé también que soy una de las pocas personas a las que puedes contarle todo (y no es una forma egocéntrica de decirlo, ya me lo has dicho).
Quizás yo soy un poco (un poco mucho) más seria de lo que eres tú al escribir. Tus cartas siempre me emocionan y me hacen reír, y los detalles. Y la letra pegada o de niña. Y aún tengo esas viejas cartas en las que dices que te sentarás junto a mi cuando empiecen las clases. O en las que discutimos y yo digo que mi gusto por los animales se debe a ti (WTF "a ti no te gustan los animales!").
En fin, la idea es hablar de ti, no de mi. Vanessa. Si me pidieran que te describiera en una palabra no podría escojer una adecuada que definiera todo lo que eres. ¿Hace cuánto nos conocemos ya? cinco años, seís años. Y como dije, siento que nos conociéramos de toda la vida porque te vi crecer. Como tú me viste a mi.
Cuando tenías doce, o trece quizás, eras una niña indefensa. O eso parecía. Un poco competitiva pero quizás utilizaste esa competitividad para defenderte y cuidarte. Tu competitividad me ayudó a mi también. ¿Te acuerdas cuando nos fuimos a Pucón? Y que no podíamos dormir porque creíamos que chuki iba a salir de debajo de la cama y que el techo se nos caería encima con la tormenta que había afuera. Creo que ahí fue cuando descubrí que eras mi mejor amiga, porque podíamos hablarlo todo. Y mientras crecimos siempre fue más. Nunca te mentí, creo. No pretendo hacerle, a un amigo no se le miente. Es imposible. Hay cosas que olvido decirte, pero no lo hago a propósito. Tú sabes, es lo mismo que cuando tú olvidas lo que dices.
Sinceramente y pensando en cómo eres ahora creo que has madurado. Bastante. Ya no eres una niña, y quizás de alguna u otra forma has cambiado. Todos cambian. Ahora estás más segura que antes (y es bastante decir porque antes era como hablar con una veleta, por las opiniones), y creo que el complejo antisocial se te está quitando. Creo que hay que darte un poco de tiempo para que las cosas maduren. Eres como una manzana. Una bien verde, como tus ojitos de vienesa.
De cualquier forma ya tienes diecisiete. Y el próximo año serán dieciocho y serémos adultas -supuestamente- y estaremos capacitadas para lograr todas esas cosas que alguna vez, sentadas en una banca, o acostadas en mi cama o en la tuya o quizás tiradas en el techo lloriqueando de amor, nos prometimos que haríamos y que las lograríamos juntas. Como el irnos a vivir a un departamento o el ir a Europa.
Estaba olvidando cuando hicimos pactos de sangre. ¿Cuántos hicimos?, dos, tres. Uno en mitad de la calle. Otro en mi casa. Y las otras tonteras que hicimos... Como esas conversaciones deprimidas. O esos comentarios absurdos, o esas risas por nada. O esos "dile que lo quiero".
Siempre has estado ahí, y casi siempre eres la primera en desearme feliz cumpleaños cada año. Yo sólo puedo darte lo que creo sé hacer mejor. Escribir. Este es mi regalo (aparte de la polera). Y me gustaría que supieras que aunque tomemos caminos distintos sé que vamos a seguir unidas. Si el gran gigante estadounidense no nos separó, ni un idiota con cabeza de hule, no lo va a ser la universidad, África u otro hombre. Siempre voy a estar ahí para ti. Que lo sepas, enana. Te quiero.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Lunaa...
Mi corazon latioo más fuertee mientras leí esto...
mis ojos se mojaron un poquito...
debe ser porque me imaginoo a my love en cada situacion que describise.
beso luna : )
Creoo que quiero muchoo a tu amiga... MUCHO.
Publicar un comentario