jueves, 6 de marzo de 2008
El Eterno Desconocido
Todos hemos tenido un eterno desconocido. Este tipo raro que no tiene fósforos o un reloj, que se te acerca campante y que nunca hubieras tomado en cuenta si no te hubiera acosado en la calle para pedirte una limosna en palabras o un poco de brasa para encender su propio cigarro. Y en ese preciso momento en que se te ocurre mirarlo y darle lo que pide mecánicamente, dices algo incoherente y ridículo, pero relacionado con el tema, no porque sea especialmente guapo, sino porque estabas pensando en otra cosa o hablando con tu amigo imaginario. El punto es que él termina mirándote con cara de incomprensión y luego de encender su cigarro o saber que iba tarde porque eran las 12:46, te da las gracias y se marcha, como si nunca hubiera dicho nada. Y tú te preguntas si podrías haber hecho algo más por él, aunque fuera un desconocido. O, inconcientemente te preguntas si podría haber hecho él algo por ti, pero sigues caminando entre la gente y al final terminas olvidando el incidente absolutamente minúsculo, porque sólo es un desconocido. Y nadie recuerda a los eternos desconocidos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario