domingo, 30 de marzo de 2008

Qué-qué-qué quieres

Un mundo más fácil.
Azares menos dolorosos.
Palabras menos difíciles de pronunciar.
Canciones menos tristes.
Gritos más callados.
Silencios menos abrumadores.
Lágrimas que no sean desperdicios.
Penas menos agotadoras.
Hombres que no sean niños.

domingo, 9 de marzo de 2008

(Coti Sorokin)

Tengo una guitarra en el hombro,
una montaña de asombro,
una ceniza en la voz.
Tengo dos canciones firmadas,
una está envenenada y la otra quiere amor.
Guardo un recoveco en el alma
que recuerda tu cara
como nadie la vio.
Rio, lloro y paso de todo por el bien de los dos.
Vivo en un jardín sin malvones,
un zaguán sin salones,
tu amistad quinto C.
Pido que me olvide tu olvido
pero ya es bien sabido
no lo va a conceder.
Ando como siemptre vagando
por algún escenario
y no lo vas a creer.
Supe que mentías
y todo por el bien de los dos.
Y otra vez seremos dos extraños.
Otra vez volveré a hacernos daño.
Otra vez estoy en el fondo del dolor.
Otra vez, tu y yo, por el bien de los dos.
Tengo un rincón en la cama que ya no entiende nada
y me pregunta por vos.
Tengo una mitad que se queja
y otra que no me deja escapar del dolor.
Tengo una tremenda ceguera
y no va a ser la primera vez que vuelvo a empezar
porque ya no estás a mi lado
por el bien de los dos.

jueves, 6 de marzo de 2008

El Eterno Desconocido

Todos hemos tenido un eterno desconocido. Este tipo raro que no tiene fósforos o un reloj, que se te acerca campante y que nunca hubieras tomado en cuenta si no te hubiera acosado en la calle para pedirte una limosna en palabras o un poco de brasa para encender su propio cigarro. Y en ese preciso momento en que se te ocurre mirarlo y darle lo que pide mecánicamente, dices algo incoherente y ridículo, pero relacionado con el tema, no porque sea especialmente guapo, sino porque estabas pensando en otra cosa o hablando con tu amigo imaginario. El punto es que él termina mirándote con cara de incomprensión y luego de encender su cigarro o saber que iba tarde porque eran las 12:46, te da las gracias y se marcha, como si nunca hubiera dicho nada. Y tú te preguntas si podrías haber hecho algo más por él, aunque fuera un desconocido. O, inconcientemente te preguntas si podría haber hecho él algo por ti, pero sigues caminando entre la gente y al final terminas olvidando el incidente absolutamente minúsculo, porque sólo es un desconocido. Y nadie recuerda a los eternos desconocidos.

miércoles, 5 de marzo de 2008

But here's the truth about the truth. It hurts. So we lie.

Es tan, pero tan tan tan absolutamente cierta esa frase que estoy segura que la había escuchado antes a la pasada y que incluso entonces me había parecido importante recalcarla. Y eso que en esa época no veía Grey's Anatomy y no sé -no me acuerdo- si tenía alguna buena razón para atreverme a decirla. Y ahora tampoco estoy segura.
Siempre nos mentimos. A nuestros padres, amigos, a la gente que queremos pero especialmente a nosotros mismos. Y esa es la peor parte de todas esas pequeñas y ridículas mentiras porque no existe pero mentira que la que te haces internamente. ¿A quién tratas de engañar? No cuesta tan poco, no sana tan rápido, no vas a dejar de extrañarlo así. No vas a recuperarlo, tampoco. Deberías dejar de mentirte y reaccionar. Sólo resignarte, pero no, no lo haces. ¿Por qué? Porque dejar de mentirse cuesta tanto como curar la herida, es por eso que mentimos. Para no hacernos daño, para no abrir más la costra que recién ha sanado.
¿A quién tratas de engañar? Vas a seguir mintiendo.