viernes, 29 de febrero de 2008

Paper dreams down the toilet*

El amor es como una enfermedad sin tratamiento. Ni siquiera te pueden dar dosis de anestesia para quitar el dolor. Recuerdo haber hecho una llamada llorando y pataleando en contra del maldito dolor y de por qué no existía algo que lo detuviera, o al menos que lo disminuyera. Y la respuesta que me dieron fue la más coherente que he oído. "Lo hay" me dijo "Es el tiempo". Aunque no quita el dolor hace que cada día sea más ligero, y la resignación sumada a las cosas que hacer terminan llenando de polvo todos esos vacíos que sientes.
El gran problema es que no quiero que pase eso. Supongo que ya va siendo hora de decir la verdad, aunque son palabras que jamás serán leídas por la persona indicada, o quizás cuando lo haga ya sea demasiado tarde. No quiero que el tiempo lo empolve todo. Los recuerdos que tengo son tan gratos que es imposible pensar en deshacerse de ellos y no puedo creer que nunca le confesé que con él era la primera persona que valía la pena estar. Lamento no haberlo hecho, me sentiría más tranquila. Me siento como en un limbo de incertidumbre interior. Y no sé de dónde sacó alguien que la incertidumbre tenía su belleza porque no existe hermosura en un sentimiento tan doloroso.
Ahora me siento tan tonta. Tan, tan absolutamente expuesta. Haber entregado mi corazón, haberme vuelto a enamorar, haber vuelto a pensar en proyectarme con alguien, como cualquier ridícula que siente amor.
Da lo mismo la incoherencia de todo esto. Me siento como si me hubieran operado a corazón abierto y sin anestesia (como en Grey's Anatomy).

viernes, 15 de febrero de 2008

Debe haber una razón específica para que la gente se enamore. Algo que explique por qué siempre terminamos en el mismo estado, en la misma cámara de gas rosado. Quizás es una necesidad pura del ser humano, el querer que alguien acompañe cada paso. O tener un hombro sobre el cual descansar cuando tienes sueño o llorar cuando tienes pena. Pero ¿por qué?... Si muchas veces nos metimos en una casa de mil espejos que no sabemos tiene un asesino oculto. Y cuando salimos, libres de la muerte pero con miles de cicatrizes cruzandonos el pecho, cual actor de película gringa, volvemos a meternos tras esa puerta y pagamos un precio de mil pesos por un corazón destrozado y una cicatriz eterna... Otra vez. Yo tengo una teoría.
Nos gusta enamorarnos y sentir que nos aman de vuelta. Amámos sentirnos importantes para alguien, sentir que el corazón se nos quema si nos miran, si nos escuchan, y cuando digo quemar no me refiero a algo lujurioso. Nos gusta mirar en los ojos de alguien y vernos en un futuro. Y ¿por qué? Porque la gran razón por la que nos gusta enamorarnos de alguien y no de algo es porque podemos proyectarnos. Evidentemente ni un maniquí -literalmente- ni una escoba puede darte la casa en la pradera y el perro similar a Lassie pero principalmente... Una escoba... No puede enamorarse de ti.